Proporcion de letras para titulo de folletos

sábado, 5 de septiembre de 2009

Márgenes. Márgenes son los espacios en blanco que quedan a cada uno de los cuatro lados de una página impresa. Por el lugar que ocupan, reciben los nombres de cabeza, pie y costados. Éstos son dos: lomo y corte.
Antes de determinar los blancos de un libro o folleto, conviene saber el fin y uso a que se destina. Según sea edición de bibliófilo, normal o de batalla, llevará márgenes más o menos abundantes.
No hablamos de ciertas obras modernas presentadas con márgenes caprichosos, que pasan por alto las reglas comúnmente establecidas.
Pero toda obra tipográfica que se estime, procurará en sus páginas aquella sensación de equilibrio y armonía que sólo puede dar la debida proporción entre el molde y los blancos, y de los blancos o márgenes entre sí.

La divina proporción. Mucho se ha hablado y se sigue hablando sobre la divina proporción tipográfica, la línea áurea, el canon áureo, etcétera. Vamos a explicar en que consiste.
Dijimos antes que toda página impresa debe dar sensación de equilibrio y armonía, es decir, causar placer estético. Efectivamente, hay páginas impresas cuya vista produce pesadez y cansancio; otras, en cambio, causan una sensación plácida y agradable. ¿Á que es debido? A que en las primeras hay una masa amazacotada de texto que agobia, sin que la mirada encuentre el alivio de un blanco proporcionado; mientras que en las segundas el bloque impreso guarda la debida proporción con el blanco de la página, y los márgenes de la misma están bien distribuidos, guardando también entre sí la debida proporción.
¿Hay alguna regla fija que señale esta proporción entre los elementos que integran la obra artística? Sí. La adivinaron y aplicaron los artistas desde la más remota antigüedad; la fijaron los griegos en fórmula matemática; y no fue regla arbitraria establecida al azar, sino fruto de un constante estudio de la naturaleza.

Vieron, en efecto, que en la naturaleza, y en la misma figura humana, se daba esta proporción de líneas constante; es decir, que esta proporción era obra de Dios al dar el ser a sus criaturas. Los sabios de la antigüedad pagana le dieron el nombre de canon áureo o regla de oro. Los artistas cristianos la llamaron divina proporción por ver en ella la mano de Dios.
Y con este título apareció en el año 1509 una obra de un gran matemático, Luca Pacioli, franciscano, impresa en Venecia, en la que estableció geométricamente las reglas de la proporción en todas las artes. Trabajó con él en Milán Leonardo Da Vinci, con quien más adelante se trasladó a Florencia. Según él la proporción divina o canon áureo nos la da la división de una recta en media y extrema razón. Y de ella hizo numerosas aplicaciones, sin olvidar la tipografía nacida medio siglo antes, a la que dedicó cuatro láminas con un alfabeto de mayúsculas, obra al parecer del propio Leonardo.
Es evidente que para gran parte de los tipógrafos la regla es de difícil aplicación, ya que no todos tienen por la mano la resolución de esos problemas de geometría. En la práctica se ha convenido simplificarlo con la relación 3 a 5 (por defecto), que es la que más se aproxima a la proporción divina o regla de oro, y también con la relación 2 a 3 (por exceso) que se diferencia en 1/15 de la anterior.

Aplicaciones prácticas. Expliquémoslo con unos ejemplos:

1º El molde de una página tiene 21 cíceros de ancho. ¿Que altura le corresponde?
Aplicando el canon áureo en su relación 3 a 5, los 21 cíceros de ancho son 3/5 de la altura. 1/5 será 3 veces menos:

21 cíceros : 3 = 7 cíceros

La altura será 5 veces más:

7 cíceros x 5= 35 cíceros

De igual forma se procedería en la relación 2 a 3.
Si 21 cíceros son 2/3, 1/3 será la mitad, o sea, 10,5 cíceros; la altura será 3 veces más, 31,5 cíceros.

2º ¿Qué ancho de línea habrá que dar a un molde que tiene 35 cíceros de altura?
En la relación de 3 a 5 el ancho es 3/5 de la altura, o sea:

3/5 de 35 = (3 x 35) / 5 = 105 / 5 = 21 cíceros

El molde tipográfico en relación con el papel. Esta regla deberá tener presente el tipógrafo al tener que calcular las medidas de la página tipográfica en relación con las del papel, bien entendido que, para la armónica presentación de la obra, las del papel son las que mandasn y a ellas deben subordinarse las del molde tipográfico.
Pongamos unos ejemplos prácticos:

1º Supongamos un rectángulo A B C D (figura 1) que corresponde a una página de papel imaginaria, en la cual se cumple la regla de la divina proporción 3 a 5, pues a los 45 cíceros de altura corresponden 27 (los 3/5) de ancho. La línea de puntos a b e es la llamada línea áurea que determina esta proporción.
A la altura del lado A D, 45 cíceros, corresponden, en la relación 3 a 5, 27 cíceros de altura para la composición. El ancho de la composición (3/5 de 27) será de 16 cíceros. Es decir, el molde deberá tener 27 x 16, y estará indicado por el rectángulo a b c d .

2º Supongamos ahora que la hoja de papel imaginaria es el rectángulo A B C D (figura 2) cuyas medidas son 50 x 35 cíceros que no corresponden a la proporción del canon clásico 3 a 5, ni a la de 2 a 3.
Dividamos la altura A D (50 cíceros) en cinco partes; el punto a señala en ella la relación 3 a 5. La recta a b será la línea de la divina proporción, y la distancia a d será la altura del molde.
Pero ahora el ancho no podemos hallarlo en relación con relación a la altura como en el ejemplo anterior, porque el papel no guarda la relación 3 a 5. Lo tendremos que hallar en relación con el ancho del papel D C (35 cíceros). Y 3/5 de 35 son 21 cíceros, es decir, la distancia d c. Así, la composición quedará determinada por el rectángulo a b c d.
En estos dos ejemplos hemos tomado la relación 3 a 5; de igual manera se habría resuelto tomando la relación 2 a 3.

Proporción de márgenes. Hasta aquí hemos solucionado solamente los problemas de medidas del molde; ahora nos toca resolver los de los márgenes, que importan igualmente al maquetista y al tipógrafo, labor que debe completar después el impresor al imponer en la máquina. Esta distribución de márgenes se hará igualmente aplicando la relación del canon áureo o divina proporción de 3 a 5 o 2 a 3..
Esto da lugar a dos procedimientos:
1º Sea el molde a b c d (figura 1) que debe ir impreso sobre la página A B C D.
Por encima de la línea áurea nos queda el blanco formado por el rectángulo A B e a, que hay que repartir entre los márgenes de cabeza y pie. La proporción estética pide que el pie, o base en que descansa la página, sea mayor que la cabeza. Apliquémosle, pues, la relación de 3 a 5, y tendremos:

45 cíceros (altura de página) — 27 cíceros (altura del molde) = 18 cíceros que es la altura de los márgenes.

3 / 5 de 18 = (3 x 18) / 5 = 54 / 5 = 10,8 cíceros

Al pie le corresponden 10,8 cíceros, o mejor, 11 cíceros (para no despreciar 8 puntos); a la cabeza corresponderán:

2 / 5 de 18 = (2 x 18) / 5 = 36 / 5 = 7,2 cíceros, es decir 7 cíceros

Hagamos lo propio con el rectángulo h B C c, que hay que repartir entre el lomo y el corte, teniendo en cuenta que en la unión de dos páginas enfrentadas el equilibrio estético pide el margen mayor para el corte y el menor para el lomo.

27 cíceros (ancho de página) — 16 cíceros (ancho del molde) = 11 cíceros que es el ancho a repartir entre corte y lomo.

3 / 5 de 11 = (3 x 11) / 5 = 33 / 5 = 6, 6 cíceros

Al corte correponden 6, 6 cíceros y al lomo:

2 / 5 de 11 = (2 x 11) / 5 = 22 / 5 = 4, 4 cíceros

De aquí podemos sacar la regla siguiente:
Para distribuir márgenes en la relación 3 a 5, se halla primero la diferencia en cíceros entre el largo de la página (papel) y el largo del molde; de esta diferencia corresponden 3/5 al margen de pie y el resto al de cabeza. Se halla luego la diferencia en cíceros entre el ancho de página y el de molde; los 3/5 de la misma corresponden al corte y el resto al molde.
El mismo procedimiento se seguiría para hallar los márgenes utilizando la relación 2 a 3.

Regla general de márgenes. El margen de pie es aproximadamente el doble que el de cabeza; y el de corte aproximadamente el doble que el de lomo.

Compaginación. Una vez proyectado el libro se procede a la composición, y seguidamente a la compaginación o ajuste siguiendo siempre y en todo las instrucciones de la maqueta.
Compaginación o ajuste es la acertada distribución de los paquetes en páginas, de medidas exactamente iguales, para formar el libro, folleto o revista.
Como en los paquetes suele haber únicamente la composición del texto de una obra y a lo sumo los títulos de capítulos con sus epígrafes, al compaginador o ajustador corresponde (al formar las páginas) poner las cabeceras, iniciales, folios, signaturas, títulos, grabados, finales, etc., y cuanto sea menester para la debida presentación del libro, de acuerdo con el maquetista, procurando ser fiel intérprete de cuanto se ha proyectado.

Página modelo. Antes de empezar el ajuste, el compaginador hará la página que debe servir de modelo para todas las demás, ateniéndose lo más posible a las medidas señaladas en el proyecto. La página modelo será maciza, formada únicamente con las líneas necesarias del cuerpo que predomina en el texto de la obra y poniendo un folio imaginario con su blanco.
Si la página hace cíceros justos se toma un filete de latón o un lingote de igual medida; si no hiciera cíceros, se toma el filete más aproximado, completando la medida con un cuadrado o espacio. Este filete recibe el nombre de filete de ajuste y será la medida exacta que servirá para comprobar la de todas las páginas.
Hecha la página tipo, el ajustador atenderá diligentemente a la compaginación siguiendo las pruebas de galeradas y el original para no omitir la colocación de ningún título, grabado, nota, etc., y procurando simultanear el ajuste del mayor número posible de páginas para mayor facilidad.
Las páginas ajustadas se atan, se colocan sobre un portapáginas y se van poniendo sobre una mesa a propósito, situada lo más cerca posible del puesto del ajustador, en montones o pilas de ocho páginas ordenadas, contando también las páginas blancas. Tanto en esta mesa como en la galera de compaginación debe tener el ajustador un orden excepcional, requisito totalmente necesario para trabajar eficazmente.

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